febrero 6, 2020
¿Qué es la comunicación de ida y vuelta?
Desde que nacemos nos comunicamos, reconocemos experiencias y reaccionamos; el bebé no necesita expresar su sabiduría, sino sus emociones e intención comunicativa. Sus gestos corresponden a su intensidad emocional y la del adulto, y no solo responden al adulto, sino que provoca respuestas en ellos. Los bebés perciben la atención del adulto y la motivación emocional en sus gestos, sienten y responden a la intención comunicativa.
El bebé tiene más curiosidad ante voces que ante otros sonidos, no importa el significado de las palabras, sino el lenguaje emocional transmitido; así, la voz debe ser calmada y amorosa. Debemos también atender sus necesidades en el momento requerido, así comprenderá que es querido y cuidado. Su llanto nos comunica que tiene hambre, frío, sueño, o necesita cercanía física; entender qué necesita y atenderle, es fundamental.
Existe un sistema de comunicación emocional previo al lenguaje verbal: La mirada mutua, atender conjuntamente a situaciones y el juego de expresiones afectivas transmitidas con el cuerpo, gestos y vocalizaciones, son maneras de relacionarse e interactuar que el niño capta, da significado e interioriza, configurando representaciones mentales y recuerdos de las experiencias de interacción. [Conoce sobre el Apego Seguro]
En el intercambio niño-cuidador importa: el contacto visual, el diálogo sonoro (escuchar contestar), el diálogo tónico (movimientos en el juego, alimentación o baño), el sostén y contacto físicos. Cuidadores y bebés interactúan y conectan emocionalmente, el adulto “sincroniza” sus comportamientos con los períodos activos del bebé, estableciendo interacciones cada vez más largas y complejas. El bebé tiene momentos de atención y desatención, concentrándose en otros estímulos e interrumpe la comunicación; luego de ello es importante poder reconectar.
Desde las interacciones se aprende a compartir y estructurar el comportamiento comunicativo. Estos intercambios organizan el comportamiento comunicativo hacia el diálogo. Al comunicarnos alternamos turnos, los bebés desarrollan esta habilidad experimentando oportunidades de alternancia, por ejemplo: cuando el bebé emite sonidos, el adulto puede imitarlos y luego esperar para darle el turno al niño, estableciéndose una “conversación”.
Esto favorece que la participación del bebé sea más activa, con más vocalizaciones, gesticulaciones y expresividad, construyendo relaciones comunicativas más complejas y habilidades para el lenguaje verbal. La comunicación con el bebé es imprescindible para su bienestar y desarrollo mental, y funda las bases para toda interacción futura.
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