octubre 24, 2019
¿Por qué son importantes las rutinas y normas?
Como padres, debemos reconocer la importancia de ofrecer al niño rutinas y normas desde temprano, ellas dan a la cotidianidad estructura, soporte y seguridad. Al nacer desconocemos el orden de las cosas, el adulto es el que organiza la vida con rutinas y actividades diarias. Esto permite prever acontecimientos y percibir el mundo como un lugar predecible y seguro.
Los niños actúan mejor cuando las cosas ocurren más o menos del mismo modo: tener una hora para jugar, comer o dormir, les permite saber que pasará y cuando, pudiendo estar y actuar en un entorno sin sobresaltos; sino, el niño puede sentirse inseguro e irritable, al estar en alerta permanente, sin saber qué pasará, ni cuándo.
Adultos y niños necesitamos rutinas y normas, establecerlas no implica rigidez, o no adaptarse a los imprevistos; al contrario, desde ese orden tendremos claridad para adecuarnos y reorganizarnos.
Las rutinas deben establecerse consensuadamente, siendo realistas con los tiempos para cada actividad, dándole al niño el tiempo para realizarlas (vestirse). Con la rutina establecida, anticipemos cada actividad al niño: no sabrá que faltan 5 minutos para almorzar si no se lo decimos, así el niño puede prepararse para cambiar de actividad.
Al establecer normas, que sean pocas, claras y concretas, centrándonos en lo imprescindible: conductas no permitidas (pegar), o que implican peligro, (cruzar la pista solo). Para establecer patrones de conducta, debe estar claro que es aceptable y que no; si no enseñamos al niño que hay cosas que no deben hacerse, difícilmente lo aprenderá.
Las normas, fomentan el autocontrol, contribuyen al desarrollo personal y social, al aprendizaje de la postergación del deseo y la tolerancia a la frustración, enseñando que no siempre se podrá hacer lo que se quiere cuando se quiere.
Los niños deben conocer las consecuencias del incumplimiento y cumplimiento de las normas: reconozcamos su cumplimiento, y cuando incumplen, explicaremos que han hecho mal y qué es lo correcto; las consecuencias deben ser proporcionales, inmediatas, y consensuadas y mantenidas por ambos padres.
Saber lo que se puede hacer y qué límites respetar, otorga tranquilidad al actuar. Si desde pequeños se les ofrece pautas de comportamiento, sabrán discernir lo que está bien y lo que no, propiciando una convivencia respetuosa y tolerante.
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